Arturo Zárate Vite
Tanto Alejandro Moreno como Jorge Romero, por su trayectoria y el balance de sus actuaciones en el servicio público, sin proponérselo encajan en el papel histórico del Caballo de Troya.
Su desmedida ambición y mantenerse en la primera línea de sus partidos, de alguna manera les garantiza blindaje para no tener que pagar por las irregularidades cometidas en su camino, denunciadas no solo por adversarios sino por sus mismos compañeros.
Está claro que primero van por delante sus intereses y lo que menos parece importarles es que sus organizaciones corran el riesgo de perder el registro en las elecciones de 2027.
Si el PRI y el PAN no se sacuden las figuras que le están haciendo daño, que han fracasado en dos elecciones presidenciales consecutivas, las de 2018 y 2024, difícilmente van a tener la posibilidad de quitarle a Morena la mayoría calificada legislativa.
Hasta dan la impresión de que lo hacen a propósito, porque deben saber que con ellos al frente, lo único que podrían garantizar en el país es que siga igual la correlación de fuerzas y en pago no los tocarían por el lastre que cargan y del que no se pueden deshacer.
Conscientes o no, sus trayectorias sirven a los propósitos del partido que ahora tiene el poder. La gente, la mayoría, ya los descalificó, se hartó de los excesos en que han incurrido.
Nunca les van a creer que se van a comportar diferente si regresan al poder. Perdieron su oportunidad. Incumplieron sus promesas y las consecuencias de los errores los paga la sociedad, el país; hay rezagos que todavía van a tardar en remontarse.
¿Qué no fueron los priístas veteranos los que le pidieron en su cara la renuncia a Moreno Cárdenas?
Esos priístas por supuesto que conocen las entrañas del tricolor y de lo que es capaz “Alito”. Desconoció y eliminó a quienes alguna vez lo ayudaron en su crecimiento político.
Para vencer a sus propios compañeros y críticos sí ha sido eficaz, los tiene marginados del partido.
No se ve como le puedan disputar o quitar el mando cuando los estatutos se modificaron para prolongar su dirigencia, a tal punto que aun a sabiendas que jamás ganaría una elección presidencial, desde ahora está apuntado para competir en el 2030.
Y no es casual que le hayan dado la presidencia de la comisión de Ciberseguridad del Senado, después de quitarle la presidencia de la Comisión de Marina. En política nada es gratis, lo sabe muy bien Alito.
Jorge Romero tiene en contra hasta declaraciones del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Ninguno de los dos tiene expediente limpio. Calderón “haiga sido como haiga sido”, llegó a la residencia oficial de Los Pinos en 2006. Romero dejó una mancha de corrupción cuando fue alcalde en Benito Juárez en la Ciudad de México y que como sombra lo sigue a donde vaya.
Le pesa la imputación de ser cabeza del llamado “Cártel Inmobiliario”, asunto al que no le han quitado la mirada las instancias judiciales. Expediente que en cualquier momento pueden darle trámite. Seguirá en el cajón en tanto el historial de Romero sea útil a los planes del grupo en el poder.
¿Y qué dijo Calderón de Romero?
No fue en conferencia de prensa ni tampoco lo sorprendieron con una pregunta, mucho menos desvirtuaron su valoración.
Lo escribió en su libro “Decisiones difíciles”:
“Un amigo suyo, y sobrino mío, me relató que dejó de trabajar con él cuando el propio Romero le confesó que asociaciones de ambulantes y otros que representaban a su grupo ganancias de 7 millones de pesos al mes. Con ellos, además, había infiltrado el padrón del PAN en toda la ciudad”.
Con tal de que no los toquen ni les hagan pagar cuentas pendientes, Alejandro Moreno y Jorge Romero van a dejar que su pasado arruine aspiraciones electorales de sus respectivos partidos.
Son los caballos de Troya en el PRI y el PAN.
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